Y le explicó que lo que le gustaría era un fondo sonoro que fuera capaz
de cambiar como la luz durante el día, y por lo tanto, de una manera imperceptible
y continua. Sobre todo: elegante. Eso era muy importante. Añadió también que
quería algo en que no hubiera ni asomo de ritmo, sino tan sólo un devenir que
suspendiera el tiempo, y simplemente rellenara el vacío de un transcurrir carente de coordenadas.
Dijo que le gustaría algo inmóvil como un rostro que envejece.
ALESSANDRO BARICCO, Ídem
E se non é vero, é ben trovato. Perquè si no és el cas –no és un fons imperceptible sinó una harmonia que abraça–, és preciosa: